La muerte de "Peterete"

Solo para efectos ilustrativos
Obra del famoso pintor taurino Carlos Ruano Llopis


El 30 de mayo de 1897 se lidió en la plaza de toros de Valladolid una corrida muy dura de Victoriano Angoso, especialmente el toro “Espartero”, un negro bragao que sembró el pánico en el ruedo y que, según el gacetillero de la época, “tenía tantos años que podría ser contemporáneo de Noé”.
El banderillero “Peterete” se había arreglado con José Centeno para entrar en su cuadrilla por 50 pesetas y ese día estrenó un terno corinto y oro de segunda mano que le había comprado a un novillero cordobés, cansado de esperar una gloria que no llegaba nunca. También “Peterete”, que entonces contaba 24 años de edad, seguía esperando el triunfo y por eso siempre que podía, intentaba lucirse en la brega para que algún empresario le diera la oportunidad de encabezar un cartel.
Y eso es lo que hizo aquel día, extralimitarse en sus funciones, exponer más de lo necesario en un recorte siendo alcanzado en la pierna por un toro que después de pasarle de pitón a pitón, le lanzó al aire para, tras una vuelta de campana, caer pesadamente en la arena. Inmóvil, apoyada la cabeza sobre el costado y manando abundante sangre, “Peterete” fue trasladado a la enfermería de la plaza en medio del pánico que se había apoderado del público, aunque no faltó el gracioso que le gritó desde el tendido: “No te asustes, que no es ná”, sin imaginar que apenas le quedaban diez minutos de vida.


Los doctores Díez, Serrano y Cantalapiedra, vieron que tenía una tremenda cornada en la pierna izquierda pero como el torero se quejaba más del cuello, inspeccionaron la zona cervical y comprobaron con espanto que se había roto la médula y estaba en las últimas. Tanto que llamaron al capellán de la plaza, que era también párroco de San Lorenzo, para que le diera la extremaunción, algo que solo se administraba cuando alguien estaba más allá que acá.
“Peterete”, que se llamaba Cayetano Panero y había nacido en Toro, vivía desde hace algún tiempo en Valladolid, en una habitación alquilada de la fonda “El Sol”, en la calle de Santiago. Uno de sus amigos íntimos, con el que compartía sueños y partidas de dominó, Anastasio Castilla, entró en la enfermería y al ver el cuerpo sin vida de su compañero de fatigas, se abrazó a él llorando desconsoladamente.
Una desgarradora escena, de profunda simbología taurina, que hubiera quedado para la historia de ser otros los protagonistas, pero “Peterete” era un peón de segunda fila y Castilla un novillero que apuntaba pero que tampoco llegó a nada. El propio Anastasio Castilla unto a otros compañeros se encargó de trasladar a las diez de la noche el cadáver en un cortejo humilde y tétrico por las calles oscuras desde la plaza hasta el depósito del hospital.
Allí le cubrieron con la camisa que llevó en su última tarde a la espera del entierro que fue sufragado por suscripción popular. Después se supo que “Peterete” había confesado al dueño de la pensión que el día antes de la corrida, al regresar de la plaza tras haber visto el ganado, se cruzó con un quincallero que le ofreció su mercancía. El hombre era tuerto, un pésimo presagio para las gentes del toro pese a que el infortunado Cayetano no tenía fama de supersticioso, más bien de valiente aunque escaso de conocimientos para ejercer tan arriesgada profesión.
La de “Peterete”, fue la primera y única víctima mortal de la nueva plaza porque aunque en 1903 fue gravísimamente corneado otro banderillero, Antonio Romero “Romerito”, éste murió veinte días después en Madrid, adonde se empeñó en ser trasladado para recibir una mejor atención.

-Fuente: El templete de música (Jose Miguel Ortega Bariego). ISBN: 978-84-96864-13-9

Comentarios

BIGARIATO ha dicho que…
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